“El legado de Jhonander fue demostrar que el miedo nunca puede vencer”

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@teresacardenes

“Jhonander nunca se doblegó ante el dolor ni ante las secuelas de la pesadilla que le había tocado vivir. Su legado fue demostrar que el miedo nunca puede vencer y que rendirse nunca es una opción”. Francisco Ojeda, padre del sargento Jhonander Ojeda Alemán, dedicó este sábado un emotivo discurso de homenaje a su hijo, fallecido en octubre de 2015 en un helicóptero del SAR que cayó al Atlántico, tras haber sobrevivido a otro accidente en un Súper Puma del Ejército solo 19 meses antes. Lo hizo durante el funeral por el primer aniversario de la muerte de su hijo, celebrado como homenaje a Jhonander en la iglesia de La Garita, en Telde, el barrio de Gran Canaria donde vivía.

Ojeda dijo que el 22 de octubre representará siempre el día más feliz y a la vez el más amargo de su vida. Porque su hijo nació un 22 de octubre y perdió la vida el mismo día que cumplía 27 años. En esta misma fecha, la familia ha afrontado el primer aniversario desde la trágica pérdida de su hijo, que fue el único superviviente del accidente que sufrió un helicóptero del SAR que se estrelló contra el mar de noche durante una maniobra de entrenamiento nocturno. 19 meses después, Jhonander murió junto a otros dos militares al caer al mar por causas desconocidas durante un vuelo desde Senegal hacia Gran Canaria.

El padre del militar fallecido considera “un regalo de Dios” los 19 meses que transcurrieron entre el primer accidente que sufrió su hijo y el segundo, que le arrebató la vida. “Pero yo tampoco puedo rendirme al dolor porque es mi humilde deber mantener vivo el legado de mi hijo”, cuya vuelta el Servicio Aéreo de Rescate describió como una muestra de su sentido del deber, la lealtad y la generosidad con las personas. “Ayudar incluso a riesgo de perder la propia vida”.

El memorial en recuerdo de Jhonander estuvo cargado de emoción, no solo por la intervención de su padre, sino también por las palabras y el cariño que le dedicó el sacerdote que ofició la ceremonia. El sacerdote subrayó el hecho de que el joven militar hubiera regresado al Ejército a pesar del primer accidente, exponiéndose “al mayor peligro, una muerte que no tiene sentido y que roba la esperanza”. Pero además recordó que había prestado un gran servicio durante sus años en activo, cuando “lo llamaban a las cuatro de la mañana para ir a rescatar inmigrantes en medio de la oscuridad del mar”.

Al término de la misa, todos los asistentes se desplazaron al paseo de La Garita para realizar una ofrenda de flores en un pequeño montículo donde se colocará un monolito en memoria del joven.

Puedes ver en el vídeo la intervención completa del padre de Jhonander o leer tras el vídeo el texto íntegro del discurso en memoria de su hijo.


Texto íntegro de Francisco Ojeda en memoria de su hijo:

“Estoy hoy aquí con ustedes para recordar uno de los días más felices de mi vida y a la vez el más amargo que cualquier ser humano pueda soportar, la pérdida de un hijo.
El más feliz porque un 22 de octubre un bebé al que llamamos Jhonander Ojeda Alemán trajo esa luz a nuestras vidas que solo un hijo o una hija son capaces de aportar. Esa luz que a la postre se convierte en la razón y el motor de nuestras existencias. Esa luz que nos da la razón para vivir, para trabajar, para seguir en el camino.
Pero también es el aniversario del día más amargo. Porque el destino quiso que otro 22 de octubre Jhonander marchara por otros caminos de luz y nos quedáramos huérfanos de su sonrisa 27 años después. El mismo día de su cumpleaños.
Nos quedamos huérfanos, sí, pero solo de su sonrisa física.
Porque en nuestros corazones, la sonrisa de Jhonander sigue tan resplandeciente como la mirada noble y transparente del valeroso soldado que fue el sargento Ojeda Alemán.
Es imposible que yo comparezca hoy ante ustedes sin recordar la fecha del 19 de marzo de 2014.
Esa noche, un zarpazo del destino hizo caer sobre el Atlántico un helicóptero del SAR y se llevó con él las vidas de cuatro militares valientes: el capitán Daniel Pena Valiño, los tenientes Carmen Ortega y Sebastián Ruiz y el sargento Carlos Caramanzana.
Aquella noche trágica, Jhonander salvó la vida casi milagrosamente y, aunque con el alma malherida, pudo volver a casa.
Pero Jhonander no se rindió. Las heridas físicas que le quedaron de aquella terrible noche se curaron antes que las heridas de su alma. Pero Jhonander nunca se doblegó ante el dolor ni ante las secuelas de la pesadilla que le había tocado vivir.
Y decidió volver a hacer aquello que amaba: volar en los helicópteros del SAR y poner todo sus conocimientos y toda su energía al servicio de los demás desde las filas del Ejército del Aire.
Para Jhonander el verbo rendirse jamás fue una opción. Como en cambio sí lo fue demostrar que la fuerza y la bondad que anidan en el corazón de las personas son capaces de vencer al destino, por extremadamente cruel que este pueda ser.
Y lo fue. Solo 19 meses después del primer accidente, el destino regresó para llevarse con él a mi hijo y a sus compañeros José Morales y Saúl López.
Pero la oscuridad no ha vencido.
La oscuridad no vence cuando quien se ha ido permanece en el corazón de todos nosotros.
La oscuridad no vence cuando quien se ha ido se convierte en un ejemplo de valor, de entereza, de tesón.
La oscuridad no vence cuando la vocación de servicio a los demás se lleva hasta sus últimas consecuencias. Cuando la generosidad y el deseo de ayudar a los demás están muy por encima de cualquier miedo y de cualquier herida del alma.
Eso es lo que Jhonander hacía en Senegal en la que fue su última misión: ayudar a los demás con generosidad y con alegría. Y no enseñar cualquier cosa, sino enseñarles a salvar, incluso a riesgo de perder la propia vida.
Siempre digo que, entre el 19 de marzo de 2014 y el 22 de octubre de 2015, Dios me regaló 19 meses más junto a Jhonander.

Diecinueve maravillosos meses para disfrutar de su charla, de su compañía, de su cariño, de su sonrisa. Fue un regalo que nos dio la vida en medio de una tragedia muy dolorosa.
Pero sobre todo, fueron 19 meses en los que mi hijo tuvo ocasión de demostrar que el miedo nunca puede vencer, que las heridas del alma no pueden llevarnos a la rendición y que por encima de cualquier temor deben imponerse la voluntad para ser mejores personas, la lealtad a los demás y el sentido del deber.
Por eso hoy, cuando con muchísima tristeza recuerdo que hace un año que Jhonander, José y Saúl emprendieron el camino de la luz, yo tampoco puedo rendirme ante el dolor.
Porque es mi humilde deber mantener vivo el recuerdo de la sonrisa de mi hijo y el legado enorme que representan su bondad y su valentía.
El legado que nos enseña a ser cada dia mejores personas. Y el que nos invita a coleccionar instantes y buenos recuerdos y no cosas. La frase favorita que siempre repetía Jhonander.
Porque lo único valioso de la vida son los buenos sentimientos y los buenos recuerdos que uno es capaz de dejar en los demás.
Y porque solo gracias a la nobleza y a la generosidad es posible vivir para siempre en el corazón de las personas.
En nuestros corazones, mi queridísimo Jhonander, viajará siempre la luz de tu sonrisa. Como una brújula que nos recuerda cada día qué importante es que las personas sean buenas, nobles y valientes.
Ese es el gran legado de tu sonrisa, que ya es eterna.

Va por ti, querido hijo, y por todos tus compañeros caídos del SAR”.

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