Canarias: el gran mirador del cielo

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David Hernández, que empezó con solo 8 años a observar las estrellas, preside Secat, una de las asociaciones de estudio de la astronomía nacidas en el Archipiélago al calor de sus excepcionales condiciones para examinar la bóveda celeste

Texto: Rosa Cárdenes (@rosacardenesd)

Fotografías: David Hernández / Secat

La excelente calidad del cielo de Canarias, protegida por ley, hacen del Archipiélago uno de los mejores lugares del mundo para la observación de los cuerpos celestes, de ahí que dos de sus islas, Tenerife y La Palma, alberguen los observatorios astronómicos del Teide y el Roque de Los Muchachos, respectivamente, conocidos por su trayectoria y experiencia investigadora. En paralelo a la actividad de estos dos observatorios del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y a la labor de investigación y divulgación que desarrolla este centro, en las Islas es creciente el número de aficionados a la observación del cielo durante la noche. En las últimas décadas han surgido colectivos formados por verdaderos apasionados por la astronomía y astrofotografía, entre las que se encuentra Secat (Sociedad para Estudio y el Conocimiento de la Astronomía en Tenerife), colaboradora habitual del IAC y Proyecto Gloria en actividades de divulgación.

Ninguno de sus miembros tiene relación profesional ni con la fotografía ni con la astronomía. Enfermero, ingeniero, agricultor y empresario son algunas de las profesiones de las doce personas que componen esta asociación que preside David Hernández. Su interés por el cielo nocturno le viene desde muy pequeño, “a la edad de 8 años y en una época en que lo más que podía hacer era mirar el cielo estrellado con unos pequeños prismáticos”, indica.

Como a mucha gente de su generación, le enganchó la mítica serie ‘Cosmos’, de Carl Sagan. “coincidiendo con el boom de las voyage, las misiones de sondas no tripuladas de exploración del sistema solar y que llegaron a Júpiter, Saturno o Marte, y posterior a la carrera espacial y la llegada del hombre a la Luna”, señala.

Animado por una profesora de ciencia, que le permitía llevarse a casa algún fin de semana un pequeño planisferio celeste que había en el laboratorio de ciencia del colegio donde estudiaba, Hernández hacía sus primeros pinitos. Pocos años después le compraron su primer instrumento astronómico, “con lo que tuve la suerte de ver el cometa Halley con mi pequeño telescopio”. Cuenta también que en esa época las publicaciones eran escasas, pero con las que llegaban a sus manos y los conocimientos que se iban transmitiendo unos aficionados a otros aprendió la teoría. “Ya manejar telescopios e instrumental astronómico y reconocer objetos en el cielo es pura práctica”, dice.

Señala que en Canarias se dan una serie de condiciones que la convierten en uno de los mejores lugares del mundo para la observación. “Tenemos una posición estratégica, estamos muy cerca del Trópico de Cáncer, con lo que tenemos gran parte de la esfera celeste a nuestra disposición y podemos observar mucho cielo del hemisferio sur que no se ve en el resto de Europa. Tenemos también una ley de protección del cielo, y aunque desearíamos que la protección sea aun mayor, nuestros cielos son bastantes oscuros”.

En algunas islas como Tenerife, La Palma y Gran Canaria, “tenemos el famoso mar de nubes, con lo que la atmósfera es bastante estable y la calidad del cielo es buena”, pues por encima de este fenómeno natural los vientos de altura, más secos y cálidos, impiden el ascenso de las nubes y el cielo está despejado. “Para la observación astronómica no sólo interesa que el cielo sea oscuro y despejado”, subraya, “sino que la turbulencia sea prácticamente nula y esto es lo que ocurre en Canarias y sólo en dos lugares más del mundo, Haway y el desierto de Atacama, en Chile”.

La afición de Hernández por los espectáculos del cielo le ha llevado a Islandia, Groenlandia y Finlandia para observar auroras boreales. Este mes viajará de nuevo al Ártico como fotógrafo de la expedición Shelios, que coordina Miquel Serra-Ricart, investigador del IAC, en un viaje de doce días y en el que participa también un gran ‘cazador’ de auroras boreales, el astrofotógrafo Juan Carlos Casado.

“Desde la primera vez que vi auroras boreales me quedé maravillado, es un fenómeno astronómico que engancha”, apunta. “En estas expediciones pasamos diez días prácticamente sin dormir, las auroras boreales se producen por la noche y nos dedicamos a sacar fotos como locos. Durante el día acompañamos al grupo en sus salidas para hacer registro fotográfico, después hay que publicar las fotografías en las web de Shelios y Gloria; no paramos, pero realmente es una experiencia apasionante”.

Este astrónomo no profesional y sus compañeros de Secat pasan muchísimas horas en el Parque Nacional del Teide, por algo se llaman entre ellos los ‘teidetanos’. Movidos por su deseo de buscar nuevos encuadres, localizaciones y aplicar nuevas técnicas, visitan este paraje natural todas las semanas para fotografiar el cielo estrellado, galaxias, constelaciones y algún que otro fenómeno como las lluvias de estrellas y el año pasado ascendieron al pico del Teide, a 3.718 metros de altitud, con un telescopio. “Con los permisos pertinentes de Parques Nacionales y Teleférico del Teide “montamos el telescopio allá arriba; hasta donde nosotros sabemos nadie lo había hecho hasta ahora”, dice Hernández.

Estos aficionados a la astrofotografía prueban una y otra vez distintas técnicas para poder trabajar en ausencia de luz. “Es una fotografía muy crítica, sacamos el máximo rendimiento a los sensores, perfilando un tipo de técnica que un fotógrafo profesional no consigue”, señala el presidente de Secat.

Indica que los mejores sitios del Parque Nacional del Teide para la observación con telescopio son los miradores, “son fantásticos y están muy bien posicionados”, aunque subraya que en muchos otros lugares de Tenerife, como Anaga o Teno, se puede conseguir buenas imágenes. “En la costa se pueden sacar buenas fotografías. Playas como Las Gaviotas, Las Teresitas y calas en el norte y en el sur de la isla son relativamente oscuras y se pueden sacar fotos muy curiosas y se pasa menos frío”.

Hernández dice que “un telescopio, aparte de se un elemento óptico, es una máquina del tiempo, porque estás viendo la luz que emitió ese objeto hace cientos, miles o millones de años. Esta es una de las cosas más fascinantes de la astronomía, entender que lo que estamos observando forma parte del pasado”. Por poner un ejemplo, “cuando miramos al Sol estamos viendo el Sol de ocho minutos atrás, que es el tiempo que tarda en llegarnos su luz y en este caso hablamos de un astro que tenemos cerca”, nada más y nada menos que a 150 millones de kilómetros de distancia.

 

 

 

   

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