Joel Stewart se alistó en Greenpeace hace 25 años, precisamente cuando se investigaban los efectos del desastre del petrolero Exxon Valdez, cuyo naufragio derramó en las costas de Alaska 37.000 toneladas de hidrocarburos. Stewart, de nacionalidad norteamericana, es uno de los capitanes que se rotan al mando del rompehielos de Greenpeace Arctic Sunrise. Ha llevado el timón de la nave durante la campaña ‘La solución a las prospecciones’ que ha guiado el Arctic Sunrise sucesivamente hacia los puertos de Málaga, Lanzarote, Fuerteventura y Gran Canaria para expresar el rechazo de la organización ecologista a la búsqueda de petróleo en aguas andaluzas y canarias.
Joel Stewart, que ha visto con sus propios ojos cómo se derrite al Ártico, habla con una pasión poco común de la necesidad de advertir al planeta de las consecuencias del cambio climático y de los efectos desastrosos de los vertidos de petróleo a los océanos. Durante una vídeoentrevista con ATCpress grabada a bordo del Arctic Sunrise a su paso por Canarias, Stewart es contundente: “El Exxon Valdez es una de las razones por las cuales yo empecé a trabajar en Greenpeace, una de mis primeras misiones fue ir allí. Veinticinco años después, seguimos poniendo los mares en peligro”.
Su batalla no es solo contra la exploración y búsqueda de petróleo en el océano y los riesgos de derrames catastróficos, sino contra la quema de combustibles fósiles: “Si seguimos haciéndolo, vamos a destrozar los mares aunque no se derrame ni una gota de petróleo. Los mares son hoy un 30 por ciento más ácidos que en la época preindustrial. El plancton absorbe el dióxido de carbono y eso hace los mares más ácidos. Pero sin plancton solo vamos a tener mares de algas y medusas. Tenemos que dejar de quemar combustibles fósiles y de buscarlo en aguas profundas, y mover la economía en base a las energías renovables”. “Todos los humanos”, recalca, “tenemos la responsabilidad de informar y de informarnos de los efectos del cambio climático”.
Stewart cree que en Europa y en España hay más conciencia de los efectos del cambio climático porque los medios de comunicación informan de ello con más insistencia que los norteamericanos. Pero dice no acabar de entender por qué el Gobierno no escucha a los ciudadanos que se manifestan en contra de las prospecciones de petróleo “en Canarias, en Baleares, en Valencia, en Málaga… Hay mucha gente en contra. La gente común no quiere destrozar sus playas y sus costas y no entiendo por qué el Gobierno deja que se ponga toda esa riqueza en riesgo por la peligrosísima búsqueda de petróleo”.
A bordo del Arctic Sunrise, Stewart conoció de primera mano los efectos de la catástrofe de la plataforma Deepwater Horizon de BP en el Golfo de México en 2010, que generó un vertido masivo de hidrocarburos que golpeó las costas de cuatro estados norteamericanos. “En este barco estuvimos investigando los efectos del derrame de la Deepwater Horizon y se descubrió que mucho de ese petróleo está compactado en el fondo del mar. Y como ha dicho el profesor Richard Steiner, no se puede prevenir que vaya a ocurrir un derrame y si ocurre será catastrófico”.
El capitán Stewart tiene en su tripulación a varios miembros de Greenpeace que fueron apresados en octubre de 2013 por fuerzas especiales rusas cuando protestaban contra las prospecciones en el Ártico. El Sunrise quedó inmovilizado durante 11 meses y sufrió importantes destrozos materiales, incluida la desaparición de sus cinco zodiac.
Peores aún fueron los efectos sobre la tripulación, que fue encarcelada durante casi tres meses. “Fue muy duro , dramático para ellos. Estaban en una cárcel cuyo objetivo es romper el espíritu de los presos y llegaron a pensar que los mantendrían allí durante 15 años. Pero esa gente todavía está aquí, levantando la voz. Queremos convencer al mundo de que necesitamos un santuario en el Ártico, mostrar al mundo la necesidad de hacer algo contra el cambio climático. A mí me impresionó mucho la dedicación y la pasión de esos tripulantes que estuvieron encarcelados para conseguir ese objetivo”.
Aunque él no viajaba en ese momento en el Arctic Sunrise, con Greenpeace ha vivido también momentos críticos: hace 18 años pasó una noche detenido por participar en la paralización en el mar de un barco que se dirigía a Valencia cargado con maderas “cortadas ilegalmente en la Amazonia”.
Pero Joel Stewart tiene muy claras sus aspiraciones, en su batalla contra el cambio climático dentro y fuera del barco que capitanea: “Me gusta navegar con velas, caminar por el bosque, respirar aire limpio, beber aguas limpia y comer comida sana sin transgénicos ni pesticidas. Pero sobre todo lo que me gusta es un mundo de paz y no lo tendremos hasta que tengamos un mundo de energía renovables y dejemos las guerras buscando las últimas gotas de petróleo”.