Una hermosísima luna llena sobre la Catedral de Vegueta escoltó este domingo la última noche de rodaje de Allied con Brad Pitt en Las Palmas de Gran Canaria. El corazón de la ciudad estaba literalmente sitiado por las vallas que pretendían mantener a salvo de la mirada de los curiosos la trama de la película que dirige Robert Zemeckis. Pero tras ellas, inasequibles al desaliento, el escenario lo sitiaron a su vez cientos de personas que, inasequibles al desaliento, hicieron la última guardia en busca de una sonrisa del actor. Brad Pitt no defraudó: la mega estrella de Hollywood cumplió por tercera vez con el público que le esperaba e incluso se encaramó a una valla de dos metros de altura para estrechar las manos que quedaban a su alcance. El rodaje de Allied llega a su fin en Gran Canaria, pero Brad Pitt deja tras de sí una estela de cariños incondicionales: los que se ha granjeado en tres días con una exhibición de sencillez, humildad y gestos de cercanía con la gente corriente, entregados en triple dosis en un noche especial por ser la última.
Coches antiguos, caballos y camellos tomaron este domingo las calles que circundan el Gabinete Literario de Las Palmas de Gran Canaria, parcialmente convertida estos días en un rincón de Marruecos para el rodaje de esta película de espías que dirige Robert Zemeckis. Desde media tarde, muchos curiosos se amontonaron este domingo junto a las vallas que cercaban el Gabinete y las calles aledañas. Todo el perímetro había sido rodeado por vallas metálicas de las que colgaba a su vez una redecilla plástica que pretendía invisibilizar el escenario de rodaje. Esta cayó muy pronto, desgarrada por las manos de ciudadanos ansiosos de ver a la estrella de cine que surgió hace 25 años de la mano de Thelma y Louise. Y a partir de entonces, cualquier bordillo, bolardo o barandilla, cualquier cosa que ayudara a ganar altura para enfocar bien con el móvil, se convirtió en un pequeño mirador de Allied para otear el horizonte en busca de Brad Pitt.
Allí donde había una valla, había decenas de ciudadanos apostados. Pero el punto más caliente se detectó muy pronto en Obispo Codina, justo en la desembocadura de la calle de la catedral, el punto más próximo a los camerinos móviles de Brad Pitt, Marion Cotillard y Robert Zemeckis, el director de Allied. Allí, en un cruce, cualquier ida o venida de Brad Pitt desde el escenario de rodaje a su camerino, o viceversa, podía verse de frente desde una privilegiada perspectiva. De modo que allí quedó establecido el sensor de audio de una tarde mágica: la que protagonizaron cientos de ciudadanos cuyos gritos, por momento aullidos, precedían cualquier movimiento del actor hacia o desde su camerino.
El momento cumbre llegó justo al anochecer, cuando en un descanso, Pitt enfiló el regreso a su camerino con parada previa en el mirador de Obispo Codina. El aullido no se hizo esperar, como tampoco lo hizo una impresionante nube de pantallas de dispositivos móviles a la caza y captura de una imagen del actor. Como ya hizo en las dos jornadas precedentes, Brad Pitt no quería que nadie se quedara sin su dosis de sonrisas. De modo que recorrió la valla de un extremo a otro (unos 30 metros lineales), para que todo el mundo pudiera verle de cerca. Al llegar a uno de sus extremos, encontró la plataforma saliente de uno de los camiones de producción. Y de un salto se encaramó a la valla. Quizá todavía esté sorprendido de lo que encontró tras ella: a causa de un pequeño desnivel, no fue consciente hasta estar arriba del enorme número de personas que se concentraba en ese momento tras la barrera móvil. A esas alturas, el griterío ya era ensordecedor. Una niña a hombros de un familiar tuvo la suerte de encontrarse frente a frente con la estrella planetaria llamada Brad Pitt. Pero ella parecía sobrepasada por los gritos, sobrepasada y asustada. Así que él trató primero de consolarla y después simplemente la cogió y la trasladó al otro lado de la valla, para sentarla y tranquilizarla.
Ni la pequeña ni su madre olvidarán nunca probablemente esta tarde de mayo en que Brad Pitt se quedó junto a la niña hasta asegurarse de que todo estaba en orden y la chiquilla, más tranquila (mira la secuencia completa en el vídeo). Pero tampoco lo harán quienes, desde atrás, vociferaban hasta el límite de la afonía: “¡Guapo, guapo…”, “¡grande, grande…!, “¡eh, Brad, ven hacia aquí…”. Pero el actor tenía que seguir su hoja de ruta en una de espías y volvió a la escena de rodaje.
Tras el perímetro, asistidos con exquisitez por representantes de la productora que repartieron botellas de agua y también el ruego de no empujar las vallas para mantener a salvo la seguridad de aquella concentración espontánea, se arracimaron durante horas nietos, abuelos, padres, madres, adolescentes, estudiantes de Erasmus, turistas… Un universo variopinto con un único denominador común: las pantallas de los móviles centelleando cada vez que se presuponía un movimiento del actor. Bueno, los móviles… y las excusas: las que pusieron algunas madres a sabiendas de que llegarían tarde a casa y no pocos estudiantes con exámenes al día siguiente. “Te está sonando el móvil. ¿Quién es? ¿Papá? Pues no lo cojas…” Fue el anochecer del escaqueo múltiple.
“Esto es como cuando nieva. Que si hay que esperar, se espera”, decía una joven. A su lado, otra muchacha se lamentaba de no haber podido pasar el segundo filtro del casting de Allied para el que había sido preseleccionada. ¿La razón? Los trajes del atrezzo vienen ya confeccionados para el rodaje y si tu talla no encaja milimétricamente en ellos, imposible intervenir de extra. Pero con diferencia, lo más divertido era el catálogo de piropos al actor, incluidos los directamente irreprodudibles.
Desde lejos, la Catedral observó toda la noche el ir y venir festivo de los adoradores de Brad Pitt. Sobre ella, la luna llena parecía esbozar una sonrisa de Mona Lisa. La sonrisa de complicidad con que suelen observarse en la distancia los enamoramientos. En este caso, un enamoramiento múltiple. Vuelve pronto, Brad Pitt. Te espera Las Palmas de Gran Canaria conquistada.