Ramas de palmera por los suelos, bolsas de basura en la calle, mangueras de riego y tuberías de desagüe a la vista, turistas que sortean aceras rotas y hasta motores de electrodomésticos tirados… Así están los alrededores de la joya de la corona mientras las instituciones batallan por su ‘protección’
Teresa Cárdenes (@teresacardenes)
Una suerte de solar abandonado de la mano de dios donde los turistas sortean como pueden piedras, hendiduras de aceras rotas o inexistentes, mangueras de riego que serpentean por el suelo, bolsas de basura, ramas de palmeras secas o viales sin salida señalizados con piedras. Los alrededores de la Charca frente a las Dunas de Maspalomas, el enclave paradisiaco que es la joya de la corona y el icono turístico de Gran Canaria, es hoy un erial donde reinan la cochambre, la suciedad y una bochornosa presencia de basura mientras la política se enreda en una batalla interminable por su presunta protección. Sólo los tramos de jardín anexos a los hoteles y atendidos por los servicios de mantenimiento privados ponen un contrapunto verde y limpio al aspecto general de esta suerte de patio trasero de Maspalomas que en algunos de sus tramos más parece un vertedero, restos de electrodomésticos incluidos, que la principal fortaleza turística de Gran Canaria.
Hace solo diez días, el Gobierno de Canarias anunciaba a bombo y platillo la suspensión del planeamiento urbanístico en la franja de terreno existente entre el Faro y la Charca de Maspalomas y también del Plan de Modernización, Mejora e Incremento de la Competitividad de San Bartolomé de Tirajana para redactar antes del 15 de octubre próximo una tanda de medidas urbanísticas encaminadas a proteger el disputado palmeral de Maspalomas. Esta doble suspensión pareció un cuidado golpe de efecto del Gobierno de Canarias para derribar de camino la pretensión del Cabildo de Gran Canaria de convertir toda la zona en bien de interés cultural (BIC) en su categoría de sitio histórico, con el argumento de que el enclave fue según los historiadores enclave de aprovisionamiento de Cristóbal Colón en uno de sus viajes hacia América.
Lo que no detalló ese día el Gobierno de Canarias son algunos de los elementos que concurren en esta suspensión o que se sitúan tras ella. Para empezar, algunas de las compensaciones urbanísticas barajadas por el Ejecutivo para esta franja, entre ellas la hipótesis de permitir una torre de al menos 12 plantas de altura junto al borde mismo de la Charca de Maspalomas. Y luego otras más paradójicas, pero no menos significativas: el tan cacareado Plan de Mejora, Modernización y Competitividad fue aprobado y publicado en el BOC por el mismo Gobierno que hoy lo suspende hace solo año y medio, cuando ya estaba desatado el conflicto que ha convertido Maspalomas en un campo de batalla empresarial e institucional alrededor del proyecto de la cadena RIU de demoler el actual hotel Oasis y construir en su lugar un edificio de mayor volumetría que cercaría a modo de muralla el palmeral.
Pero ahí no acaban las paradojas. El Gobierno de Canarias se desgañita hoy por la protección de un palmeral al que no dedicó ni un párrafo en su Plan de Mejora y Modernización de Maspalomas. De hecho, la phoenix canariensis, la palmera canaria cuya protección invoca hoy con tanta pasión el Ejecutivo regional, apenas mereció dos palabras: las que necesitaron los redactores del plan para hacer un listado de las especies vegetales de plantación recomendada en los jardines de la zona turística de San Bartolomé de Tirajana, sin referencia expresa alguna a la zona hoy en disputa.
El plan cuyo objetivo es presuntamente mejorar la competitividad de la zona turística por excelencia de Gran Canaria fue publicado en el Boletín Oficial de Canarias el 4 de enero de 2013, pero de la zona que es hoy objeto de litigio apenas había una referencia: una intervención para “liberar la zona de servidumbre de tránsito” ante el centro comercial Oasis, en el mismo frente de playa. Las “medidas ambientales” de protección del paisaje que incluía este capítulo son las siguientes: evitar materiales constructivos reflectantes, “integración paisajística de los paramentos exteriores mediante un cromatismo adecuado que los mimetice con el entorno”, integrar las placas fotovoltaicas en la cubierta para evitar su reflexión hacia el entorno, impedir que las obras afecten “al sustrato arenoso colindante” y observar “medidas ambientales genéricas”.
En las proximidades de las Dunas, la única intervención pública directa prevista en este plan ahora suspendido era la colocación de una suerte de parasoles en uno de los viales que circundan este icono de Gran Canaria, pero no junto a la Charca, sino al otro lado del espacio protegido.
Junto a la Charca, amén del deteriorado aspecto del asfalto, repleto de grietas y parches, el vial donde muchas guaguas turísticas dejan a los viajeros en una zona que conduce a la playa está actualmente cortado con un gigantesco pedrusco. En el camino peatonal hacia la playa, deslindado de la Charca con una malla metálica tipo gallinero, bajo los pies del turistas se suceden tramos de acera y de tierra sobre la que se extienden a su vez a la vista las mangueras de riego programado, sin más vegetación que las propias palmeras y algunos brotes silvestres.
Este vial es de acceso restringido para guaguas turísticas y taxis, pero la señalización es tan escasa y mala que es frecuente ver adentrarse por él a coches con turistas que se topan de repente con el pedrusco, sin cartel alguno que indique por dónde han de salir de allí. A un lado, la Charca, con la imagen inevitablemente contagiada por el desaliñado aspecto general de su entorno. Delante, el pedrusco. Y al otro lado, un erial lleno de palmeras resecas atravesado por un carril lateral que es el que usan las guaguas de turistas y los conductores perdidos para volver a la zona de tráfico y que desemboca a su vez frente a una de las entradas del parking de Maspalomas.
Al llegar a este punto, la visión ya es desoladora: el viajero se topa de frente con un talud de tierra donde son visibles incluso tramos de tubería del alcantarillado del vial superior, un lateral del edificio de aparcamientos que no está ni siquiera pintado y ni un solo tramo de acera por el que caminar, pues esta termina justo donde acaba la fachada del parking. Pero todo lo que puede empeorar, empeora sin remedio: a los pies del talud, entre la maleza se dispersan restos de basura variada, lo que incluye pedazos de redes plásticas de las que se usan frecuentemente en la construcción y hasta motores de electrodomésticos. Un basurero a menos de doscientos metros del oasis de Maspalomas por cuyo presunto afán de protección se desgañitan estos días los representantes del Cabildo de Gran Canaria y del Gobierno de Canarias y donde el ayuntamiento se limita a mirar y a esperar que la batalla termine, a sabiendas de que “es probable que pasen quince años y sigamos discutiendo lo mismo que hoy”.